En el imaginario colectivo hay infinitos binomios, términos inseparables que, aun sin razón demostrada, perduran de la mano a través de las décadas. Nombres y adjetivos entrelazados por puro azar, por malicia, o porque en algún momento tuvieron algún tipo de validez argumental. A bote pronto me vienen a la cabeza los de rubia = tonta; catalán = avaro; política = corrupción; simpático = feo; negro = penegrande, o el que hoy abordaré: deporte = dopaje.

Caso aparte merecen los atletas que han convivido con constantes acusaciones de dopaje, como es el caso de Guardiola, que aunque fue absuelto en 2007 dió positivo en nandrolona cuando jugaba en el Brescia o incluso Lance Amstrong, uno de los mejores ciclistas de la historia que siempre ha vivido al filo de la navaja. Son múltiples las ocasiones en las que se ha tenido que enfrentar a falsos positivos (incluso ha participado en varios juicios aunque se ha librado de todos ellos por los pelos).
Y esto me lleva al ciclista español Alberto Contador, el mejor en su especialidad actualmente, ganador de tres Tours de Francia y del cual se acaba de hacer pública la presencia de clembuterol en una muestra de orina tomada en una etapa durante el último Tour (que por cierto ganó). Aunque el corredor lo ha atribuido a una intoxicación alimenticia, empieza a planear la sombra del dopaje. Se acaba de iniciar la investigación. Espero que no se sume su nombre al de Maradona, Johnson o Amstrong. ¡Tú no, Contador!.
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