miércoles, 21 de diciembre de 2011

El relato de Diciembre: Conectados.


La noche cae sobre Barcelona. Busco con mi telescopio esa estrella que ilumine las esquinas de mi solitario corazón. Detengo el aparato cautivado por una tenue luz morada. Ajusto la lente. Es un apartamento situado en el último piso de un edificio ahogado en enredaderas. La luz emana tras unas cortinas de satén. Son translucidas y me permiten adivinar el contorno de una mujer. Una mujer con movimientos lentos, etéreos... De pronto, se corren las cortinas y aparece un ángel. Un ángel vestido con un escueto camisón de seda azul turquesa. Como sus ojos. Adivino la magia de sus formas: pechos turgentes, nalgas prietas, piernas sin fin... De repente, me miras. Reculo víctima de una vergüenza infinita. Tras el susto inicial, comprendo que es imposible que hayas reparado en mi presencia, pues mi dormitorio está a oscuras y varios cientos de metros separan nuestros domicilios. Regreso al telescopio y ahí sigues, con tu mirada puesta inquietantemente en mi. Quizás presientas que te observan, quizás... que se yo, estemos conectados por el momento. Pero lo cierto es que me miras de forma hipnótica. Y yo me recreo en tu figura mientras me colmo de excitación. La vergüenza se transforma en morbo y el morbo en deseo. Sin planteármelo, bajo mi mano hacia la entrepierna y empiezo a tocarme. Tú, increíblemente, inicias el mismo ritual sin apartar tu mirada de la mía. Recorres tu cuello, acaricias tu pecho, llegas al pezón... Mi miembro esta totalmente erecto. Tus manos han aterrizado finalmente en el jardín prohibido y empezamos a acompasar nuestros movimientos. Llegamos al orgasmo. Yo soy tú. Tú eres yo. Me siento totalmente conectado a ti. Me cuesta respirar, el corazón me late con violencia y me da por reír. Tú también sonríes. Apagas la luz y nos fundimos en la noche.
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