sábado, 9 de abril de 2011

La casa del Té: 2da Parte.

La casa del té: 1ª parte 
LA CASA DEL TÉ: 2ª PARTE

-Abre los ojos -La voz de Saluah sonó con fuerza dentro de mi cabeza-.

-No puedo, -le contesté-. Me duele todo...

-Abre los ojos, Néstor. AHORA.

Abrí los ojos como pude, anegados en sangre. Me ardían de una manera que no soy capaz de describir. Frente a mi, seguía colgado el señor Piernas Amputadas, aunque ahora lo tenía cara a cara. Algún gracioso me había colgado justo frente a él. Miré mi cuerpo desnudo y por fortuna, no había indicios en mi de mutilación alguna. Sólo los producidos por la caída de hace un ¿rato?. Oí unas voces que entraban en la estancia. Cerré los ojos haciéndome el inconsciente, cosa que por otra parte no me costó demasiado.

-¿Qué vamos a hacer con el tío este? -Dijo el tipo 1. Su voz era un gritito histérico, como el que hace un cerdo antes de llegar al matadero-.

-¿Cómo que qué vamos a hacer?. Pues lo mismo que con los otros seis.- El tipo 2 tenía voz de doblador de películas del Oeste a lo Clint Eastwood.- Primero lo limpiaremos. Luego maquillaremos sus heridas y hematomas. Y finalmente empezaremos la función. Pero eso será a las nueve. Estoy hecho polvo. Lo de la sierra ha sido... brutal y cansado al mismo tiempo... Con el nuevo podemos llegar a las doscientas mil visitas, te lo prometo. Voy a ser cruel con él como no lo he sido con nadie...

-Creo que deberíamos parar, -dijo Cerdito-. Demos un tiempo entre ejecución y ejecución, como siempre hemos hecho...

-¡No! No vamos a encontrar un sitio mejor que este. Además, el tío ha sido un regalo del cielo. No lo hemos tenido ni que traer, con las complicaciones que nos ha llevado eso otras veces...

-¿Y si no venia solo? -Cerdito estaba lleno de ansiedad y arrastraba las eses como una puta serpiente. Así que sonaba: ¿Y ssssi no venía ssssolo?

-Ya has visto que sí. Las cámaras no han captado más movimientos que el suyo.

Sus voces se perdieron. Volví a levantar los párpados como pude. Me había quedado solo otra vez. Bueno, solo no. Con el señor Piernas Amputadas. Escruté sus formas reprimiendo numerosas arcadas. Era un tipo cuarentón, con barba de varios días y los ojos azules. Corrijo: el ojo azul. El otro no tenía claro donde había ido a parar. Si no fuera por ese detallito sin importancia, podía haber pasado por un doble de Jesucristo, tal y como nos lo venden en las películas, claro.

-No le han crucificado pero ha faltado poco amigo. -Dijo Saluah-.

-Le debe haber hecho gracia tu comentario porque te está guiñando el ojo, jajaja -repuso Marta la chistosa-.

Seguí con mi análisis. La piel del fiambre estaba en carne viva. Roja. Repleta de marcas de latigazos. Sus manos conservaban sólo cinco dedos entre las dos y de cintura para abajo... Levanté la vista porque no podía soportarlo más, tras ver una estaca medio introducida en su ano...


* * *


Cuatro cámaras digitales filmaban al unísono todo lo que pasaba en la habitación. A mi derecha, un ordenador estaba ofreciendo las imágenes que captaban. En otro monitor se proyectaban secuencias en tiempo real de otras dos cámaras del circuito cerrado de seguridad: una permitía ver la puerta principal, y otra una panorámica del muro que había saltado para meterme en el recinto. Un tercer monitor tenía un contador de visitas y un reloj digital que marcaba las once y veinte. Nueve horas y cuarenta minutos para mi ejecución. Ocho horas a lo sumo para que Clint y su amigo el Cerdito regresaran. Eso si no había un tercer colega que se quedaba vigilando. Pero lo dudaba. No creo que fuera fácil hacer un grupo con gente a la que le encante torturar. Ni con Facebook. Ya me imagino el nombre del grupo: YO TORTURANDO EMPIEZO POR LOS PIES. ¿Unirse? ¿Rechazar? ¿Enviar solicitud de amistad? ¿Suscribirse al...

-Tío, se te está yendo la olla, -dijo Marta en mi cabeza-.

-Si, cariño, echa un vistazo a tu alrededor y vamos a ver que encontramos para salir de aquí -corroboró Saluah-.

Miré profundizando en los detalles. A mi derecha una cámara y el ordenador (torre, teclado, tres monitores, ratón...), una silla, un paquete de folios, una cámara de fotos y un bolígrafo. Todo a dos metros de mi, absolutamente lejos de mi alcance. Frente a mi, Jesucristo Superstar, también conocido por estos lares como Piernas Amputadas o Paloenelculo. Tras él, tras él... estiré los pies y lo golpeé lateralmente para ver que había a su espalda. Otra de las cámaras y un maletín de herramientas: taladradora, cinta aislante, destornilladores... y a su lado un paquete de cigarrillos...

-Ya está, me fumo un pitillo y en segundos aparecerá un inspector para multarme por fumar en un lugar público, jajaja.-Tosí. Con ese acto solté un chorro de sangre coagulada.-

-Centrate, que te me vas otra vez... -Dijo Saluah.-

-Déjalo y que se muera, que se lo merece por cabrón. -Dijo Marta- Además, vas a ser un tipo afortunado: nacerás y morirás bajo un mismo techo. Un círculo perfecto...

-¡¡¡¡Baaaaaaaasta!!!!-grité. Las palabras reverberaron con un eco impropio del espacio donde me encontraba.- Dejarme concentrar, ostia.-Las voces cesaron-.

Seguí con el inventario. Caja de herramientas, paquete de tabaco y un vaso de ¿agua? Dos metros también y fuera de mi alcance. A mi izquierda la tela/biombo. Otra cámara. Una mesita. Un juego de llaves. Dos guantes. Un... (volví la vista atrás) ¿juego de llaves? No lo podía creer. ¿Serían las llaves de las esposas que me oprimían manos y pies? ¿eran tan tontos como...? A ver... un metro y medio. Lejos de mi alcance también. Si, pero... y si encontrase algo con lo que agarrarlas...


* * *

Miré el reloj. La una y cuarto. ¡Joder! ¡Que rápido pasa el tiempo cuando uno se lo pasa bien...! ¿Cómo llego hasta las llaves? Piensa Néstor, piensa...

-No ves que no vas a llegar. -Otra vez era Marta la Tocahuevos-.

Pasé de caer en su provocación y me centré en mi nuevo objetivo. Lástima que no tenía más acceso que a my friend Jesucristo alias Paloenel... ¡El palo! La estaca que tenía incrustada en el recto. ¿Sería suficientemente larga? La parte visible hacía dos palmos, la interior... ¿uno más? ¿dos a lo sumo?

-Veamos...

Balanceé las piernas y le di un golpe. Su cuerpo empezó a oscilar: Lejos, cerca, lejos, cerca... con las rodillas agarré de un movimiento milagrosamente el palo. Jesucristo y yo parecía que nos lo estábamos montando, uno tras el otro, dale que te pego...

-¿Néstor...?.-Preguntó Saluah.-

-¿Si...?

-Te vas cariño, te vas. Vuelve que te queda poco tiempo...

Empujé con los codos el peso muerto y se escuchó una ventosidad seguida de un derrame de sangre y heces. Lo había conseguido: entre mis piernas tenía un palo de unos treinta y tantos centímetros.
-Juego de lógica cariño. Tienes un palo de escoba entre las piernas. ¿Cómo vas a coger el llavero con un palo el doble de grande que el agujero por el que tiene que entrar?

-¿Alguna idea?.- Repuse.-

-Suelta el palo. -Dijo Tocahuevos-. Jamás lo conseguirás.

Del cuerpo de Jesucristo Superstar, antiguamente conocido como Paloenelculo, seguían brotando excrementos. El olor era indescriptible.


* * *


Miré el palo y el llavero varias veces. Tenía claro que podía llegar, siempre que pusiese la estaca entre mis tobillos. Pero ¿Cómo iba a hacer que entrase en...?

-Métetelo en la boca, total, una asquerosidad más, y llevas....- Ayudó Marta.-

¿Podría llegar a la boca? ¿Me quedaría tiempo? El reloj amenazaba ya con colocarse en el número cuatro. Me acordé de las clases de yoga. Con los ejercicios había adquirido cierta flexibilidad, pero el problema es que no me quedaban fuerzas.

-Tienes que intentarlo.- Me animó Saluah.

Presté atención por si Marta tenía algo que añadir pero no dijo nada. Mejor así. Empecé a balancear las piernas arriba y abajo. A la de tres, pensé. Todo o nada. Uno, dos...

-Espera.-Me interrumpió Marta.-

-¿Qué coño quieres?

-Cuando te metas el churro ese de chocolate que tienes entre las piernas en la boca ¿qué vas a hacer? ¿fumártelo? Tienes manos y pies atados. Si empiezas a morder... se te caerá al suelo...

-Puedo, puedo... puedo colgarme del techo con pies y manos y darle forma al palo mientras lo sujeto con las piernas...

-Eso es, y después nos vamos al Cirque du Soleil que seguro que te contratan.-Dijo Marta la Meloestoypasandoengrande-.

-¿Otra idea mejor?.- Repuso Saluah-. Si no has de aportar ideas cierra la puta boca.
-Chicas, dejar de pelearoooos. Una... dos....TRES.

Levanté las piernas con fuerza y un crujido recorrió todo mi cuerpo. Con mi mano derecha alcancé mi pie izquierdo. Por el camino, como era natural, perdí el palo.

-Noooooooooo.- Me lamenté.-

-Estaba claro que no podrías Néstor ¿No pensarías que te quedaba energía para tamaña...?

Las palabras de Marta fueron lo último que escuché mientras me desmayaba de nuevo.


* * *


Me despertó un gallo. Es gracioso que en medio de la ciudad hubiese alguien criando gallos, pero así era. ¿Cuanto rato había pasado inconsciente? Me daba miedo mirar la pantalla del ordenador: LAS CINCO Y CUARTO.

-Tic, tac, cariño, se te acaba el tiempo...

-Ca....- Iba a hacer callar la voz de Marta cuando la habitación empezó a temblar. TRTRTRTRTRTRTRTR. Terremoto en la Ciudad Condal, una película de Alejandro Amenabar, jajajaja.- Reí sin control. Una risa rancia y carente de vida.

-No es un terremoto, dijo Saluah. Es el AVE. El tren de alta velocidad que pasa bajo nuestros pies. ¿Te acuerdas de lo que oíste al saltar el muro? Pues era esto...

-Pues como ha temblado todo. Parecía que el edificio se me fuese a caer encima...

Miré hacia arriba. Entre mi peso, los múltiples movimientos que había hecho durante toda la noche, y el temblar del AVE, se había abierto una brecha cerca del hierro donde se sujetaban mis esposas.

-Y si...y si... aprovecho el próximo movimiento para tirar con todas mis fuerzas hacía abajo... El tren volverá a pasar en un rato, entonces...

Como si me hubiesen leído el pensamiento (bueno es fácil, las dos voces estaban DENTRO de mi pensamiento) se creó el silencio que necesitaba. Esperé, con una paciencia infinita la llegada del tren, reservando las pocas fuerzas que me quedaban


* * *


La espera se me hizo eterna. Tuvieron que pasar diecisiete minutos para que la habitación volviese a someterse al brusco movimiento. Tiré mientras chillaba con todas mis fuerzas

-Aaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhh.

El temblor cesó. No lo había conseguido. Miré el techo y lo que vi me llenó sin embargo de esperanza. La grieta se había ensanchado unos cuatro centímetros. Miré el reloj: LAS SEIS Y DIEZ.

Volví a esperar, con la mirada fija en el monitor. Llevaba unos veintidós minutos cuando en la pantallas del ordenador vi movimiento. Clint y Cerdito hacían acto de presencia. Era el fin.

-Por favor, dios mio, échame una mano.- Si me ayudas prometo... Los temblores se reanudaron. Apreté con todas mis fuerzas y caí a plomo, dándome de boca en el charco de mierda que había brotado del culo de mi amigo el fiambre.


* * *

Me acerqué arrastrándome hacia el rincón donde estaba la caja de herramientas. Mi intención era coger un martillo o cualquier cosa con la que hacer el máximo de daño a mis oponentes. Vi de nuevo la taladradora reparando en un pequeño error de apreciación: no era una taladradora, era una máquina que lanzaba clavos a presión. La empuñé como si fuera un policía experimentado y apunté hacía la cortina. Las voces empezaron a hacerse más nítidas, por lo que supuse que estaban tras el biombo. Sin dar opción a que me vieran empecé a disparar, quizás el factor sorpresa fuera suficiente para acabar con ellos. Lancé media docena mientras los gritos se sucedían. Por fin la tela roja se corrió y apareció Clint tapándose con la mano un reguero de sangre que brotaba de su cuello. Cerdito, estaba tumbado en el suelo con un clavo en el ojo izquierdo. Uno menos, pensé. Clint me dejó ver su otra mano y vi como empuñaba un revolver. Me apuntó y yo le apunte a él. Parecíamos salidos de la última película de John Woo. Solo falta que se nos cruce ahora una paloma a cámara lenta...

-Tira el compresor.- Su voz era más Eastwood que nunca.- O estás muerto.

De perdidos al río, me dije. Mejor un balazo que morir torturado. Disparamos los dos al mismo tiempo. Luego se hizo la oscuridad.


* * *
Desperté temblando sobre el suelo de mi habitación. A mi lado, en la pared, seguía el vomito que lancé la borrachera anterior. Otra pesadilla. Otra puta pesadilla. ¿es que no acabaran nunca? Miré la persiana, y juraría que estaba arqueada como en una sonrisa siniestra. Estaba claro que todavía no estaba preparado para salir al exterior. Mierda de agorafobia.
senovi.
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