sábado, 23 de octubre de 2010

Sapatero es el demonio

Caminaba ayer por el Paseo de Gracia, en Barcelona, cuando me crucé con un mendigo. Sujetaba con ambas manos un cartel de cartón que rezaba: “Sapatero es el demonio”. Al pasar por su lado y embobado por esa errata tan sorprendente como la de escribir Sapatero con S y no Z, me echó una sonrisa y le dio la vuelta al cartel. En el otro lado ponía (y cito textualmente): “si piensas como yo dame un euro para un vino”. Me quedé en estado de shock unos instantes por varios motivos. El primero es que pensé: ¡Que jeta tiene el tío este! No pide ni para echarse algo en la boca, ni para la educación de sus dos, tres o cuatro hijos ni para pagar un sitio donde dormir. Pide para tomarse un vino. Y lo bueno es que lo proclama a los cuatro vientos. Eso es, ¡con un par! En segundo lugar por lo de “Zapatero es el Demonio” (Lo siento, lo escribo así porque me duele la vista de ver Zapatero con S). Y si se piensa fríamente, el cabroncete tiene toda la razón del mundo. No es que opine que el Presidente del Gobierno sea un discípulo de Satanás. Pero hay una frase en el refranero español que dice: “Sabe más el diablo por viejo que por diablo”. Y le viene que ni pintado. No había nadie en España que no pensase que a este hombre le quedaban dos telediarios: Una Huelga General (La primera en muchos años, no como los franceses que llevan media docena durante el 2010), discrepancias dentro de su propio partido (la mas reciente la batalla fratricida entre Trinidad Jiménez y Tomás Gómez durante las primarias de Madrid), 4 millones de parados... por poner solo algunos ejemplos. Entonces, en una semana fantástica (que se quite la del Corte Inglés), consigue el apoyo de PNV y Coalición Canaria (al aprobar los Presupuestos Generales del Estado se evita convocar elecciones anticipadas) y remodela su gobierno, haciendo un baile de sillas entre las 17 carteras y poniendo a Rubalcaba como delfín, preparando su sucesión. Al final no tuve más remedio que darme la vuelta y darle un euro al mendigo para que se tomase un vino.

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